Un ícono que lleva el alma rural a cada rincón
Colorida, fuerte y cargada de historia, la carreta típica costarricense no solo transportó café y caña de azúcar: transportó sueños, cultura e identidad nacional. Hoy, más allá de su función original, representa el esfuerzo, la creatividad y el espíritu de un país que celebra sus raíces.
La carreta típica es mucho más que un vehículo de dos ruedas: es una obra de arte y un símbolo de la historia rural de Costa Rica. Durante el siglo XIX, estas carretas fueron fundamentales para el desarrollo económico del país, especialmente en la exportación de café, conocido entonces como “el grano de oro”.

Fabricadas completamente en madera y ensambladas sin necesidad de clavos, las carretas eran diseñadas para soportar los difíciles caminos de barro que conectaban las zonas de producción agrícola con los puertos. La durabilidad y funcionalidad eran claves, pero fue la creatividad de los artesanos la que convirtió cada carreta en un lienzo vibrante. Pintadas a mano con diseños únicos, solían reflejar la riqueza natural, los valores familiares y las tradiciones de cada comunidad.
En 2005, la UNESCO reconoció oficialmente la carreta típica costarricense como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, una distinción que confirmó su importancia no solo a nivel nacional, sino internacional. Este reconocimiento puso en valor la habilidad de los carpinteros, pintores y boyeros, quienes de generación en generación han mantenido viva una expresión cultural que combina trabajo duro, arte popular y cohesión social.
Cada año, la tradición se revive en eventos como el Desfile de Boyeros en San Antonio de Escazú, donde centenares de carretas desfilan acompañadas de música típica, bueyes orgullosos y familias vestidas con trajes tradicionales. Estos encuentros no solo son una fiesta de colores y música, sino también una reafirmación de la identidad costarricense frente al mundo moderno.
Hoy, la carreta típica sigue presente en plazas, museos y hogares costarricenses. Más allá de ser un objeto decorativo, es un recordatorio viviente del ingenio, la perseverancia y la conexión profunda que el pueblo tico mantiene con su tierra. En un país que abolió su ejército para apostar por la educación y la cultura, preservar tradiciones como la carreta es una forma de seguir defendiendo lo que verdaderamente los define.
La carreta, entonces, no es solo una reliquia del pasado: es un vehículo que sigue transportando el orgullo y los sueños de Costa Rica hacia el futuro.
Kenia Betancourt
Periodista | Fundadora de Not Found Press
Instagram: @keniadeth